jueves, 27 de diciembre de 2018

Cómo proyectar el futuro sin generar una angustia anticipada, ni descuidar el presente

La forma en la que se piensa no solo condiciona el mañana, sino que afecta directamente a las vivencias del presente.  

La neurociencia abarca el estudio de la estructura, la función, el desarrollo de la bioquímica, la farmacología y la patología del sistema nervioso y de cómo sus diferentes elementos interactuan, dando lugar a las bases biológicas de la conducta. 
El funcionamiento de la mente y el cerebro humano, comienza a comprenderse un poco más en la actualidad. Y se pueden utilizar estos conocimientos para adquirir un mayor nivel de bienestar general, presente y futuro.

Algunas de las funciones ejecutivas del cerebro tienen un futuro 

La memoria de trabajo, el planeamiento, la toma de decisiones, la conciencia creadora, todas miran al futuro. 'Voy a hacer esto para esto, 'Tengo que decidir', 'Tengo que planear mis vacaciones.


Estas funciones cerebrales permiten que parte de la conciencia del ser humano no pueda dejar de anticipar. Si bien estas funciones son comunes a todas las personas, las diferencias entre unos y otros radica en el contenido que se les da a las anticipaciones. Podemos proyectar todo tipo de pensamientos, desde pensar que nos irá bien en las cosas que emprendamos hasta creer que no lograremos aquello que deseamos.

"Pensar de una manera o de otra no da lo mismo. La forma en que pensamos no solo condiciona nuestro futuro, sino que afecta directamente a nuestro presente"
Hay personas que necesitan que sus vidas sean más predecibles, que tienen que poder tomar en cuenta todas las posibilidades de lo que podría llegar a ocurrir, para de esa manera evitar el error o un resultado no deseado. Necesitan sentir que tienen el control sobre lo que vendrá o sucederá. Esta manera de proyectar genera una angustia anticipada provocada por el simple hecho de no poder tener el control sobre las situaciones venideras.

Asimismo, hay otras personas que son más temerosas e inseguras y proyectan en el futuro situaciones negativas, las cuales, de alguna manera, también condicionan los resultados que obtendrán más adelante. Esas personas viven un presente teñido de emociones de desánimo, agobio y tristeza por el supuesto futuro negro que tienen por delante. Mientras que algunos pierden la tranquilidad, se angustian y se tensan, hay otros que pierden el ánimo y se deprimen.

Tanto unos como otros, sin importar qué clase de proyección tengamos, todos sin excepción, vamos a sentir hoy lo que pensemos para mañana.

Para forjarnos un porvenir venturoso, tenemos que tener previamente un sentimiento de confianza hacia nosotros. Cuando nos planteamos un futuro de esta manera, casi sin proponérnoslo, vamos marcando el camino. La buena predisposición sobre aquello que todavía no vivimos nos permite transitar el presente con más tranquilidad y sentirnos mejor preparados para lo que vendrá. El sentir que podemos apoyarnos en nosotros es lo que a su vez nos va a posibilitar tomar mejores decisiones tanto para nuestro futuro como para nuestro presente.

El pensamiento va hacia el futuro, pero la emoción se siente y se vive en el presente. De una forma u otra, ninguno de nosotros puede saber qué nos pasará mañana. Pero si estamos atentos al contenido que proyectamos para nuestro futuro, sin lugar a dudas, sabremos qué nos pasará hoy.

Hasta nuestro próximo encuentro.

De la queja al malestar: 5 minutos de pensamientos negativos son suficientes para arruinarnos el día

La emoción destructiva en cualquiera de sus variantes lleva a que la persona transite por un campo minado. Las recomendaciones de una especialista para "desactivar" este mecanismo y potenciar las emociones positivas

Cinco minutos de pensamientos negativos son suficientes para modificar el estado anímico, para empezar a sentirse mal y para comenzar a verse de una manera distinta con respecto a la forma en que se sentía minutos atrás.
Cuando comenzamos a pensar negativamente, empieza el descenso. Si nos mantenemos durante cinco minutos teniendo pensamientos negativos, dándonos lástima a nosotros mismos, pensando que no vamos a poder lograr lo que queremos, que los demás son más queridos o tenidos en cuenta, la mente empieza a tomar velocidad en el proceso de declive y rápidamente establece asociaciones que coincidan y avalen los pensamientos negativos que estamos teniendo". Nuestra mente funciona de esa manera. Comenzamos con un pensamiento pesimista y segundos después ya nos estamos bombardeando con patrones de pensamientos negativos que ya fueron previamente establecidos, corroborados y tomados por cierto por nuestra mente.

Estamos convencidos de lo que pensamos y sentimos, porque es lo mismo que venimos pensando a lo largo de nuestra vida y que hemos confirmado en cada oportunidad que tuvimos, corroborando de esa forma el sentimiento de inferioridad que hoy experimentamos: Solo necesitamos de una mínima estimulación, del más pequeño de nuestros pensamientos negativos para abrirle la puerta a una catarata de conceptos destructivos que nos ayudaran a recorrer la pendiente.
Así es como la emoción destructiva, en cualquiera de sus variantes (tristeza, pena, desolación, desilusión, depresión) se apodera de nosotros y nos lleva barranca abajo hasta tocar fondo. Los vaivenes anímicos forman parte de la vida de cada uno de nosotros, pero tienen que ser leves y temporarios para que no nos causen problemas.
Cuando tenemos muchas cuestiones sin resolver, corremos el riesgo de que nos asalten emociones destructivas a cada rato. Queda en nosotros tomar la decisión y mantener el compromiso de comenzar a desactivar una a una nuestras bombas internas y evitar, de esa manera, caer pendiente abajo.
En contraposición, las emociones positivas son las mejores sensaciones que un ser humano pueda experimentar. Tienen a favor que no requieren ningún esfuerzo de nuestra parte, simplemente se disfrutan, pero poseen una importante contra: tienen poca duración en el tiempo. Se acaban rápidamente y la única forma de prolongar su efecto gratificante es a través del recuerdo o de la proyección de situaciones positivas en el futuro.
Es bueno pensar en algo gratificante. El día de la graduación, el nacimiento de un hijo, el casamiento, el primer amor, el mejor regalo de cumpleaños, y así se experimentará un sentimiento de bienestar inmediato que se mantendrá mientras dure su evocación, pero una vez que se deje de recordar, desaparecerá.
En cambio, con las emociones negativas no sucede lo mismo. Son estados desagradables que se mantienen con mucha facilidad en el tiempo y que requieren de nuestra parte realizar un trabajo interno para buscar recursos que nos ayuden a afrontar, aliviar o eliminar la emoción que estamos experimentando.
Hay que luchar con lo que estamos sintiendo, tenemos que abandonar nuestra actitud pasiva y ponernos a trabajar para tratar de salir del estado emocional negativo, de lo contrario los malestares se instalan en nosotros.

Hasta nuestro próximo encuentro.

Por qué el cerebro se focaliza siempre en lo negativo en vez de valorar lo positivo

Su función es detectar amenazas y lograr la supervivencia, por lo que la felicidad no es su prioridad. Por eso, encontrar el bienestar en el día a día es una tarea que la persona debe realizar por su cuenta.


El psiquiatra evolucionista Pablo Malo Ocejo dice que el hecho de que "los malos sucesos tengan más poder que los buenos es adaptativo. Responder al mundo de esta manera promueve la supervivencia". Ese era el objetivo del ser humano, cazar para sobrevivir. Y, en este sentido, "una persona que ignora una oportunidad, puede lamentarlo, pero nada terrible le va a ocurrir; en cambio, si ignora el peligro, puede ser el final".
El cerebro, para garantizar la supervivencia, realiza anticipaciones negativas y a su vez se nutre de lo negativo que ya le haya pasado. "Su inclinación hacia la negatividad hace que para nosotros sea normal valorar más lo negativo que lo positivo y de esa forma lo malo se presenta con más fuerza y poder que lo bueno".
Si tomamos en cuenta esta inclinación natural de nuestro cerebro y a eso le agregamos que no somos educados para ser felices ni para promover las emociones positivas, entenderemos por qué se nos dificulta tanto alcanzar el bienestar. También, esta inclinación natural hacia lo negativo explica por qué cuando dejamos vagar nuestra mente, ésta suele posarse en algo que nos falta más fácilmente que en recuerdos placenteros.
Las publicaciones se enfocan en tratar más asuntos negativos. Pasa lo mismo con las relaciones interpersonales. El efecto negativo (discusión, desacuerdo, pelea) tiende a pesar mucho más que los momentos felices vividos en esas mismas relaciones.
No tenemos al mejor aliado a la hora de buscar el bienestar. Nuestro cerebro se encarga de mantenernos vivos, de protegernos de todo aquello que pueda interpretar como amenazante. Es nuestra tarea de todos los días encontrar los pensamientos y las emociones adecuadas que nos permitan seguir adelante, manteniendo un estado de ánimo estable y proyectándonos al futuro de manera esperanzada y favorable. Menuda tarea la nuestra, pero imprescindible si queremos vivir nuestra vida sintiéndonos bien".




                                                                                                        Hasta nuestro próximo encuentro.